Despues de seguir con bastante atención todo el despliegue logístico, de seguridad y mediático para la reciente visita del Papa Benedicto XVI a Barcelona para la consagración de la Catedral de la Sagrada Familia, en medio del lujo y la ceremoniosidad que representa la visita de un jefe de Estado cubierto de oro de pies a cabeza (y un poco más), todo el mundo fué asaltado por la siguiente imágen
Consciente del principio de humildad que debe manifestarse en todo aquel que busque su espiritualidad con sinceridad, considero que el único papel de la mujer en la ceremonia hubiera sido la limpieza del altar fuéó no menos que discriminatorio y retrógrado.
Una iglesia que se enorgullece por su capacidad de amar y de acercar a los hombres a Dios, todavía no asimila que la gran causa de su actual decadencia, como organización humana aclaro, está fundada en tantos dogmas que creó en torno a la simple, pero poderosa, enseñanza de Jesucristo de amarnos unos a otros como Él nos ha amado.
Observaciones filosóficas aparte, me sorprendió gratamente ver el estado actual de la Catedral. La primera vez que la visitamos en familia, hace un par de años, el interior aún estaba en construcción y no era muy sencillo anticipar el estado de perfección arquitectónico al que ha llegado hoy.
Felicitaciones al equipo de arquitectos y a la comunidad catalana que han permanecido firmes en el propósito de concluir la obra maestra de Gaudí.
Un saludo.